jueves, 13 de marzo de 2008

CAPÍTULO 7 DE RAYUELA

"Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."
Hace ya unos cuantos años que leí Rayuela, unos muchos. En aquella época tenía novio, esas cosas a veces pasan. Y ya había hecho el cíclope con él alguna vez, me reía por dentro al verlo tan de cerca mientras sentía peces, o flores, en la boca... y me vienen a la memoria aquellos versos de Wordsworth, que escuché también hace años, sin entenderlos muy bien, en la peli de Elia Kazan:
"Though nothing can bring back the hour
of splendour in the grass,
of glory in the flower,
we will grieve not, rather find
strength in what remains behind..."

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