lunes, 3 de agosto de 2009

EL MAR Y NOSOTRAS

¿Y qué de esta necesidad de reencontrarnos con el cuerpo sin prótesis, libre de comodidades, enfrentado felizmente a las “fuerzas de la naturaleza”?
En Into the wild se cita a un escritor que desconozco: Los únicos regalos del mar son golpes duros, y cada tanto, la oportunidad de sentirse fuerte. No conozco mucho el mar, pero sí sé que así es. Y también sé que es importante no necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte para medirse a sí mismo al menos una vez, para encontrarse en las situaciones más primitivas, y enfrentar la ceguera y la sordera a solas, sin nada que te ayude salvo las manos y la propia cabeza.
Sé de alguien que no le teme a nada, que con sus manos agrietadas y duras como piedras, construye herramientas disparatadas para “salir del paso”. Vive en cuevas y se lava con agua de mar. En el temblor de sus palabras habitan dudas acerca del tipo de vida que lleva. Yo, que sigo siendo una urbanita que de vez en cuando escapo para experimentar los topes de mi resistencia en armonía con un entorno natural. Le diría que su vida simple, modesta y “elemental” es para mí un logro inmenso. Pero tiene un pie aquí y otro allí, no está plenamente independizado porque trabaja (es explotado) y compra (chips & beer).

¿Será utópico desear la liberación de una vez por todas?


Estoy sentada (mi memoria lo está) en una roca viendo como la montaña va escondiendo al sol, estoy triste porque el amor incondicional no existe. Una sensación se precipita repentinamente, sin pensarla, grandiosa, única: me doy cuenta de que estoy rodeada de mar y de que la luz crea colores de un valor inconmensurable… un todo para mis sentidos. Y cierro los ojos, respiro hondo, coloco mis manos en las formas rugosas de las rocas. Sin sacrificar mis instintos deduzco que una alegría lejos de todo pensamiento, un placer corporal sin restricciones, me hace poderosísima. El amor incondicional sí existe.



Y vuelvo a reunirme con el mediterráneo, grito a mi amigo un TE QUIERO desatado junto con bramidos incomprensibles, bailo, lucho cuerpo a cuerpo con el mar, no me importa nada, me río sin razón.

Si admitimos que la vida humana puede regirse por la razón, se destruye la posibilidad de vida. (algún escritor citado en Into the wild)